Reconozcámoslo o no, nuestras palabras afectan el futuro de nuestros hijos ya sea para bien o para mal.
Aunque usted piense que es exagerado lo que decimos; las palabras negativas pueden destruir a una persona. No puede usted hablar negativamente de alguien en un momento, y después esperar que esa persona sea bendecida. Si usted quiere que sus hijos sean productivos y que tengan éxito, usted necesita expresar palabras de vida sobre ellos en lugar de predicciones de mal y desesperación. La Escritura nos dice que con nuestras palabras podemos bendecir o maldecir a las personas.
Las personas en el Antiguo Testamento tenían muy claro el poder que ejercía la bendición. Al acercarse el patriarca de la familia a la muerte, los hijos mayores se juntaban al lado de su padre, luego él colocaba sus manos sobre la cabeza de cada hijo y hablaba palabras amorosas y llenas de fe sobre ellos y sobre su futuro. Estas frases se conocían como “la bendición”. La familia estaba consciente de que eran más que el último testamento del padre; estas palabras llevaban consigo la autoridad espiritual y tenían la habilidad de traer éxito, prosperidad y salud a su futuro.
En muchas ocasiones, los hijos aun se disputaban la bendición del padre. No se estaban peleando por el dinero que pudieran heredar, ni tampoco por el negocio familiar. No, ellos se peleaban por esas palabras llenas de fe porque sabían que si recibían la bendición de su padre, las riquezas y el éxito serían las consecuencias naturales de ella. Y más que eso, deseaban profundamente recibir la bendición de una persona a quien amaban y respetaban.
Uno de los relatos bíblicos más sorprendentes sobre el poder de la bendición nos llega a través de las vidas de Jacob y Esaú, los dos hijos de Isaac. Jacob deseaba recibir la bendición de su padre, no cualquier bendición, sino una bendición que le pertenecía legítimamente al hijo primogénito de la familia. Isaac estaba viejo, cercano a la muerte, y prácticamente ciego. Un día llamó a su hijo, Esaú, y le dijo: “Esaú, ve y mata un animal y prepárame una comida, y te daré la bendición que le pertenece al hijo primogénito”. Pero la madre de Jacob, Rebeca, escuchó esta conversación. Rebeca amaba a Jacob más que a Esaú, así que le dijo a Jacob que se pusiera la ropa de Esaú con la intención de engañar a Isaac para que le diera a él la bendición. Entonces preparó una de las comidas preferidas de Isaac.
Mientras Esaú andaba de cacería, ella le dijo a Jacob: “Ve a tu padre y preséntale esta comida, y él te dará la bendición que en realidad le pertenece a tu hermano”.
Jacob reconoció la seriedad de este fingimiento y dijo: “Pero Madre, ¿qué pasa si él se da cuenta que estoy mintiendo, y me maldice en lugar de bendecidme? ¡Seré maldecido por el resto de mi vida!” Génesis 27:1-12.
Medite eso. Jacob entendía que él estaba arriesgando todo su futuro con este engaño, estaba consciente de que las palabras que hablara su padre sobre él le impactarían, ya fuera para bien o mal, por el resto de su vida.
Reconozcámoslo o no, nuestras palabras afectan el futuro de nuestros hijos ya sea para bien o para mal. Nuestras palabras tienen la misma clase de poder que ejercían las palabras de Isaac. Debemos hablar palabras amorosas de aprobación y aceptación, palabras que animen, inspiren y motiven a nuestros hijos a alcanzar nuevas alturas. Al hacer esto, estamos hablando bendiciones a sus vidas, estamos hablando de abundancia e incremento, estamos manifestando el favor de Dios en sus vidas.
Reconozcámoslo o no, nuestras palabras afectan el futuro de nuestros hijos ya sea para bien o para mal. Nuestras palabras tienen la misma clase de poder que ejercían las palabras de Isaac. Debemos hablar palabras amorosas de aprobación y aceptación, palabras que animen, inspiren y motiven a nuestros hijos a alcanzar nuevas alturas. Al hacer esto, estamos hablando bendiciones a sus vidas, estamos hablando de abundancia e incremento, estamos manifestando el favor de Dios en sus vidas.
Pero en muchas ocasiones, nos deslizamos a hablar palabras duras que critican a nuestros hijos, constantemente encontrando alguna falta en lo que nuestros hijos estén haciendo. “¿Por qué no puedes salir mejor en tus notas?” No dejaste bien el jardín. Vete a limpiar tu habitación, No puedes hacer nada bien, ¿verdad?”
Palabras tan negativas causarán que nuestros hijos pierdan ese sentido de valor que Dios ha puesto dentro de ellos. Como padres, tenemos la responsabilidad ante Dios y la sociedad de entrenar a nuestros hijos, de disciplinarles cuando desobedecen, de amorosamente corregirles cuando toman malas decisiones, pero no debemos estar constantemente regañándoles. Si usted habla continuamente palabras que desaniman y desalientan, antes de mucho tiempo usted destruirá la imagen propia de su hijo; y con sus palabras negativas, abrirá la puerta, permitiendo que el enemigo traiga toda clase de inseguridad e inferioridad a su vida. Millones de adultos hoy día están todavía sufriendo los efectos de las palabras negativas que les hablaron sus padres de niños.
Recuerde que si comete el error de constantemente hablar palabras negativas sobre sus hijos, usted está maldiciendo su futuro. Además, Dios le pedirá cuentas a usted por haber destruido su destino. Con la autoridad viene responsabilidad, y usted tiene la responsabilidad como autoridad espiritual sobre su hijo de asegurarse que se sienta amado, aceptado y aprobado. Usted tiene la responsabilidad de bendecir a sus hijos.
Además de eso, la mayoría de los niños desarrollan sus conceptos de quién es Dios y cómo es Él de la imagen que tienen de sus padres. Si su padre es malo, criticón y áspero, inevitablemente los hijos crecerán con una manera distorsionada de ver a Dios. Si el padre es amoroso, bondadoso, compasivo y justo, el hijo entenderá mejor el carácter de Dios.
Aun cuando sus hijos cometan un error o se desvíen, manténgase firme en lo que es correcto pero también sea amoroso en su corrección. Trate de guiarlos al camino correcto inmediatamente. Nunca use tácticas ásperas para meterlos de nuevo al camino; amelos hasta corregirlos y aunque usted sea un hombre o mujer muy ocupados, siempre tómese el tiempo para escucharlos.
Anímelos a hacer grandes cosas, a cumplir sus sueños. Dígales: “hijo, no hagas lo que yo quiero que hagas. Haz lo que tú quieras hacer. Sigue tus propios sueños con la sabiduría de Dios”.
Dígale también a su hijo las siguientes palabras:
"Tienes un futuro emocionante ante ti. Estás rodeado del favor de Dios. Todo cuanto toques prosperará por su infinita misericordia”.
¿Qué está dejando usted a la siguiente generación? No es suficiente sólo pensarlo; tiene que hablarlo. Una bendición no es una bendición si no se habla y sus hijos necesitan oírle palabras como: “Te amo. Creo en ti. Pienso que eres especial. No hay nadie como tú. Eres único”. Necesitan escuchar su aprobación; necesitan sentir su amor; necesitan su bendición.
Sus hijos pueden estar ya grandes, pero eso no debería detenerle de tomar el teléfono para hablarles y animarles, decirles que está orgulloso de ellos. Quizá usted no practicó bendecir a sus hijos mientras crecían, pero no es demasiado tarde; comience a hacerlo ahora mismo.
De manera similar, es importante que un esposo entienda que sus palabras ejercen tremendo poder en la vida de su esposa. Usted necesita bendecirla con sus palabras, ya que ella ha dado su vida para amarlo y cuidarlo, para ser su pareja, para crear una familia juntos, y para criar a sus hijos. Si siempre está encontrando algo mal en lo que ella esté haciendo, si siempre está menospreciándola, usted segará terribles problemas en su matrimonio y en su vida.
Además, muchas mujeres hoy día se encuentran deprimidas y se sienten emocionalmente abusadas porque sus maridos no las bendicen con sus palabras. Una de las principales causas de crisis emocional entre las mujeres casadas es el hecho de que no se sienten valoradas y una de las razones principales por las que se da esta diferencia es porque los esposos están conscientes o inconscientemente negando dar las palabras de aprobación que tan desesperadamente desean las mujeres. Si usted desea ver una obra milagrosa en su matrimonio, comience a alabar a su esposa, comience a apreciarla y a animarla.
“Ah, mi esposa sabe que la amo”, dijo un señor mayor: “No necesito decírselo, se lo dije hace cuarenta y dos años, al casarnos”.
No, ella necesita oírlo una y otra vez. Cada día, un esposo debería decirle a su esposa: “Te amo”. Te aprecio. Eres la mejor cosa que jamás me ha sucedido”. Una esposa debería hacer lo mismo por su esposo, su relación mejoraría muchísimo si simplemente comenzara a hablar palabras amables y positivas, bendiciendo a su pareja en lugar de maldecirla.
Ore en el nombre de Jesús para que usted manifieste la bondad de Dios en su relación con su esposa o esposo.
Debe comenzar a solicitar en oración la bondad de Dios para su vida. Medite confiadamente que: “El rostro de Dios está resplandeciendo sobre usted, y Él desea ser bueno con usted”. Eso no es jactarse, así es cómo Dios dice que seremos bendecidos, cuando empecemos a manifestar su bondad y su voluntad.
Reflexione en las siguientes verdades:
- Si obedecemos la voluntad a Dios podemos Manifestar en el Nombre de Jesucristo que seremos bendecidos en la ciudad; bendecidos en el campo; y tendremos bendición cuando entramos; somos bendecidos cuando salimos.
-Manifestaremos que en el Nombre de Jesucristo que todo lo que hagan nuestras manos prosperará y todo nos saldrá bien.
Deuteronomio 28:1-14
Deuteronomio 28:1-14
Le invitamos a recibir estas palabras y a que las medite; permita que penetren en lo profundo de su corazón y su mente y se hagan una realidad en su vida. Practique hacer algo parecido con su familia. Aprenda a hablar bendiciones sobre su vida (con palabras positivas), sus amigos, su futuro. Recuerde que una bendición no es una bendición completa hasta que es hablada. Si usted hace su parte y comienza a hablar audazmente las bendiciones sobre su vida y las vidas de los que le rodean, el Señor Jesucristo le proveerá de todo lo que necesita para vivir la vida abundante que Dios quiere que tenga.
Y Algo muy importante que recordar:
Y Algo muy importante que recordar:
"Orad sin cesar." 1 Tesalonicenses 5:17
QUE DIOS LOS BENDIGA Y LOS PROSPERE CON SUS FAMILIAS.
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Tienen ustedes toda la razon en lo que escriben, son muchas las ocasiones en las que uno cree estar llevando de manera correcta su hogar y la crianza de sus hijos, pero no es cierto.
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